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La frontera es una pieza trascendental en la relación bilateral México-Estados Unidos porque es el espacio físico en el que a diario se viven los temas más importantes de la agenda entre los dos países: migración, comercio, inversión, transporte, seguridad, narcotráfico, medio ambiente, trasiego de armas, cooperación, pagos de agua, salud, educación, cultura, emprendimiento y terceros países. La frontera es el principio y el final del camino para miles de migrantes indocumentados que buscan un empleo en la gigantesca economía estadounidense. Es el principio para quienes logran ingresar a Estados Unidos, pero también es el final del camino para quienes son detenidos y deportados a sus países de origen y para aquellos que lamentablemente pierden la vida en su intento de cruce indocumentado.

En cambio, para quienes viven en la franja fronteriza y cruzan diariamente de un país a otro, la frontera es el punto de unión entre dos países y dos culturas diferentes. La frontera entre México y Estados Unidos, de acuerdo con la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), tiene una extensión de 3,175 kilómetros que van desde las playas de Tijuana en el Océano Pacífico hasta la desembocadura del río Bravo en la costa tamaulipeca del Golfo de México. La frontera terrestre es de 1,084 kilómetros; un segmento de 38 kilómetros del río Colorado también sirve como frontera y la completan 2053 kilómetros, en los cuales el río Bravo es la frontera internacional.