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México es una economía abierta desde hace más de 40 años cuando el país dejó atrás el modelo de sustitución de importaciones para adentrarse en el libre comercio. Este cambio de orientación respecto a la balanza comercial trajo consigo nuevos desafíos para la economía mexicana y arrojó saldos negativos (mayores importaciones que exportaciones) hasta 1995 cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Sin embargo, el superávit duró poco y para 1998 regresamos al déficit para quedarnos con él hasta el 2019. Al analizar los datos surge la interrogante de qué factores son los que determinan los flujos comerciales de México, pues como se aprecia han existido años con saldos positivos y otros tantos más con saldos negativos. Si bien la balanza comercial forma parte importante del crecimiento económico de México, se requiere realizar una desagregación de los datos para estudiar el fenómeno con mayor profundidad. La primera capa analizada es la interacción comercial de México con otros países. Cifras del Banxico muestran que el 81% de las exportaciones del país tienen como destino EUA, la Unión Europea con un 5% de participación y Canadá, con un 3% de participación dentro de las exportaciones mexicanas. ¿Es la distancia una variable clave del comercio para el caso mexicano?

El impacto económico que se ha suscitado a partir de la implementación de normas sanitarias a nivel mundial ha generado desequilibrios tanto en la producción como en el consumo de bienes. En específico los cruces fronterizos que se realizan entre Canadá y Estados Unidos, han presentado diferentes restricciones sanitarias, siendo a partir de diciembre del 2021 la fecha que ha detonado el malestar general, ya que se exige (principalmente) la vacunación obligatoria, lo que ha desatado una serie de protestas a nivel nacional e internacional (en apoyo a los transportistas). Encontrando que la emergencia sanitaria del COVID-19, aceleró el deterioro de las ventas a nivel mundial; evidenciando la dependencia de la industria automotriz hacia los insumos de origen asiático, denotando también la necesidad de una mayor diversificación y capacidad de respuesta ante las diferentes contingencias que se presenten, especialmente en el diseño de la cadena de suministro del futuro, donde el impacto económico pueda reducirse.

La seguridad agroalimentaria y energética se encuentran en un proceso de reconfiguración incierta, puesto que parecería que más que avanzar en su consolidación en los últimos lustros en México, la coyuntura actual destaca por la presencia de vulnerabilidades productivas en ambos casos, sobre todo, a raíz de los obstáculos derivados de la Pandemia del covid-19, primero; y del guerra Ruso-Ucraniana después; si bien, sabemos con certeza que para alcanzarlas se requiere de la concurrencia efectiva de una política económica nacional que las fortalezca e incentive por medio de programas y estrategias de acción concretas que permitan dinamizar las acciones de inversión y expansión en los subsectores productivos que las conforman; los escenarios derivados del traslape de una pandemia y después una guerra, han complicado sobremanera el accionar de las políticas nacionales orientadas a su consecución. Algunos planteamientos orientadores: ¿Cómo se les define? ¿cuáles son las políticas y avances en ambos casos? Una vez pasados los efectos del traslape inter pandemia y aún vigentes del conflicto bélico irresuelto, ¿cuál es la prospectiva que se vislumbra hacia el año 2030 para alcanzarlas?

Comprender la relación que mantienen las empresas transnacionales de China y Estados Unidos con el poder político en la toma de decisiones, en particular observar el comportamiento de las empresas tecnológicas, dentro del conflicto comercial que ambos países tuvieron en 2018; partiendo de este contexto las empresas transnacionales ofrecen una oportunidad especial para sus países de origen de consolidarse como parte fundamental en la configuración del sistema mundo teniendo un papel primario, al momento de mantener su posición política con presencia corporativa, por lo cual la guerra comercial de 2018-2020 ofrece un contexto único para afianzar su posición politica. Además, permite a la clase empresarial de ambos países, la oportunidad de contener a sus competidores comerciales e intentar ganar cuotas de mercado en distintas ramas de la industria tecnológica.